La Dra. Ma. Cecilia Otero se graduó con honores en nuestra institución y se desempeña como docente extensionista y jefa de trabajos prácticos de la materia Terapéutica Clínica II en la sede de Buenos Aires.
Actualmente, está realizando una especialización en Medicina del Trabajo, enfocada en su aplicación como herramienta de salud pública. Uno de sus logros destacables es formar parte del staff médico del Instituto de Medicina y Radiomedicina, donde presta servicios para la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Además, ha completado el curso de Intervención en Emergencias Radiológicas y Nucleares de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) y ha iniciado la Diplomatura en Radiomedicina, Radiaciones Ionizantes y Emergencias Radiológicas (ARN). La Dra. Otero también desarrolla actividades en sus áreas de interés, que incluyen cardiología, acción comunitaria, investigación y publicación de trabajos científicos.
Bienvenida Cecilia a esta sección de graduados que dejan huellas para nuestro newsletter, contanos un poco a que te estás dedicando actualmente…
Actualmente trabajo en el área laboral en el instituto de medicina y radio medicina, en la Comisión Nacional de Energía Atómica, y estoy haciendo una diplomatura. Próximamente retomaré cardio, porque a mí lo asistencial me gusta mucho.
¿Qué te motivó a estudiar medicina? ¿Y cómo influyó esa decisión en tu vida personal y profesional?
Desde chica tuve esa curiosidad por el cuerpo humano, de por qué pasaba lo que pasaba. Además, tuve situaciones muy puntuales de enfermedades en la familia que me generaron mucha más curiosidad y siempre estuvo en mí el estudiar medicina. Pero la verdad es que no pensaba ser médica, yo iba a ser gimnasta. En ese entonces competía para los panamericanos, iba perfilada a deportista, pero me lesioné y se me terminó la carrera a deportista.
Entonces dije: ¿qué me gusta? Y ahí volví al origen de lo que a mí siempre me gustó, la medicina. Primero iba a ser traumatóloga o deportóloga, para combinar la profesión con el deporte. Después, me encontré con docentes apasionados por lo que hacen, esos que te sacan de lo que venías pensando, materias que son como el punto de inflexión, y me contagiaron ese amor por la medicina y empezar a descubrir otras cosas.
En mi casa siempre pudimos elegir lo que nos gustaba para estudiar y trabajar, entonces en mi trabajo trato también de llevar eso a las otras personas. Yo tengo esta suerte, y me parece importante retribuirlo a la comunidad porque no es común que uno pueda elegir lo que puede estudiar y trabajar de eso. Por eso me comprometí con el proyecto “¿Me regalás una hora?”
¿Cuál fue la experiencia más significativa en estos años de carrera?
Creo que fueron varias. La carrera la empecé de grande y eso me hacía sentir más exigida, como una carga extra que me hacía dudar si era mi camino o no.
Tuve un docente que fue mi antes y después: el Dr. Gerardo Laube. Yo no me había presentado a un examen, y en la siguiente clase me dice: “usted tiene que rendir, le doy tal fecha”. Le dije “bueno, no sé si voy a rendir”.
En ese momento me dio una charla muy importante para mí. Me enseñó lo que es la medicina, sobre la exigencia de uno para trabajar en pos del paciente, cómo ganar confianza en uno mismo, poder darse cuenta de qué exigencias están buenas para crecer y qué exigencias son una carga y te hacen ir para atrás en vez de para adelante.
Entonces creo que Microbiología fue como ese punto de inflexión para poder ver lo que me apasiona, pero también ir trabajando cosas personales en relación con la profesión.
Qué lindo lo que contás. Qué bueno que te haya pasado esto en un encuentro de cercanía con un docente, me imagino que esto repercute en tu rol docente actual.
Si, hoy en día esas cosas que me fueron pasando como estudiante son las que me hacen ejercer mi rol como docente. Ver a los estudiantes como personas que les pueden pasar muchas cosas, inseguridades, y entonces tratar de darle un ambiente más ameno y calmo.
A veces uno va muy asustado a un examen y capaz si estuvieras en una charla fuera de la facultad sos un diez, pero en la situación de examen te pones nervioso y no representa lo que sabes. Por eso son tan importantes esos docentes que no solamente te enseñan su materia, te enseñan de la vida. Se nota que soy súper fan del Dr. Laube (risas). Y después quieras o no, tomás esos modelos y los copias.
Claro ese es el modelo que tomas. Contame un poquito que habilidades o conocimientos consideras que la facultad te dio para tu trabajo actual o para tu carrera en general.
Nosotros somos muy buenos diagnosticadores, mantenemos el buen nivel constantemente, desde una formación ligada a la práctica. Esto te da agilidad mental, tenés este paciente y tenés que resolver, y eso se ve.
La realidad es que cuando empecé a hacer guardias me costó, claramente; pero tenía una agilidad mental que me permitía salir de esa situación angustiante que siempre se tiene en el primer trabajo.
Qué bueno esto que contás porque les sirve a futuros graduados para también sentirse con las capacidades y la tranquilidad de que están siendo formados para la práctica.
A veces cuando estudiás no entendés por qué es así, pero está todo pensado para un afuera, para prepararnos para eso. Después, como todo, tenés materias que te pueden gustar más, menos, pero tiene un sentido. Y eso lo vi después, cuando me gradué.
Se resignifica la formación, ¿no?
Totalmente.
¿Querés contarnos un poco en que proyectos de extensión participaste?
Durante todo 2023 hicimos el calendario de salud, que es una suerte de efemérides, de días internacionales o nacionales vinculadas a la salud, en materia de prevención o concientización en la comunidad. Por ejemplo: El día del donante de médula, del paciente transplantado, diabetes, etc. Un montón de temas donde la prevención es lo que más se necesita.
Yo creo que el sistema de salud está devastado porque trabajamos sobre la enfermedad y las secuelas, y no en la prevención de las mismas. Somos muchos, somos un país en subdesarrollo, los recursos son muy finitos. En el interior para ir al médico a veces la gente tiene que hacer kilómetros y kilómetros en bicicleta con otra persona a cuestas. Y el incremento que tuvieron los medicamentos los últimos meses. Por eso creo que todos los que estamos en medicina y personal no médico también deberíamos incentivar la prevención.
En este proyecto tuvimos la suerte de trabajar con alumnos de distintos años de la carrera con una energía impresionante, una buena predisposición, y me sorprendió mucho cuando el equipo de Extensión Universitaria me contaba la cantidad de interesados que tenían para el proyecto. Y pensé “¡Qué bueno, ellos van a hacer atención primaria para la salud, un montón de futuros profesionales que van a trabajar en la idea preventiva!” Me llevé muy lindos recuerdos. Se les daba una temática a cada uno, donde debían investigar, buscar información, armar la presentación y el enfoque de la charla. La directora del proyecto era la Dra. Morais, y yo era coordinadora y coach de los chicos, entonces empezábamos un ida y vuelta donde los acompañábamos en el proceso donde los estudiantes tienen un lugar activo en esa formación.
Fue un trabajo arduo porque era comunicación constante, aclarar dudas, armaban su presentación y ahí empezaba el ajuste: “esto lo dejamos, esto lo sacamos, esto puede ser redundante”. Y después empezaba todo el coacheo de hablar en público. Eran charlas vía zoom, destinadas a la comunidad general. Quizás para un alumno de 2º Año hablar de algún tema puede ser complejo, entonces cuando la gente iba haciendo preguntas aparecían los nervios, había que entrenar cómo manejar el habla, practicar la dicción, la modulación.
A veces yo les decía “como docente te pongo un 10, como médica 20 mil, pero los va a estar escuchando mi mamá entonces tenemos que bajar esa información, ¿qué significa perfil de riesgo cardiovascular para la comunidad en general?”.
Hacíamos mucho ese trabajo de deconstruir también ese discurso médico para que lo entiendan todos.
El coach era virtual con bizcochitos y mates de por medio, duraba entre dos y tres horas y la pasábamos muy bien, fue una súper experiencia y espero que a los chicos les haya servido. Tuvimos muchos comentarios de la gente que asistía, pidiendo más materiales, seguimos en un intercambio con la comunidad.
¿Cómo creés que los benefició a los chicos participar en un proyecto de extensión?
Lo que más me referían ellos era que les servía para salir del estar ensimismados en la carrera, y poner en práctica su conocimiento, tener contacto con la comunidad y ser más activos. Sintieron que eran autónomos, empoderados de su conocimiento.
Hicieron un trabajo activo y consideraron a la comunidad mucho más activa. Siempre me lleve eso de Barceló, vos venís con un proyecto y siempre es sí, después se verá para cuando, pero la respuesta es sí. Y eso está buenísimo porque te incentivan.
¿Querés contarnos un poquito del Proyecto “¿Me regalás una hora?”?
El proyecto surge a partir de una propuesta de la Secretaría de Extensión Universitaria de Barceló, junto a la ONG “¿Me regalás una hora?”, que ayuda a la gente en situación de calle o bajos recursos que no pueden acceder al sistema de salud. Lo que hace la facultad es llevar adelante un proyecto con estudiantes para que realicen prácticas en los distintos lugares de esta ONG junto a sus docentes.
Es fuerte porque estás trabajando con gente en situación de calle donde las condiciones no son las mejores, porque están expuestos a muchas cosas, pero que cuando los atendés ves que tienen un nombre, una historia, una patología y el vínculo que se genera entre profesionales y pacientes hace que te vayas con un nudo en la garganta muchísimas veces. Por eso acompañamos a los estudiantes en estos aprendizajes tan significativos.
¿Me regalás una hora? trabaja los sábados a la mañana y se van rotando una vez al mes por cada lugar. Y después tienen los martes cada 15 días a la noche. Fui a conocer el lugar y me atrapó. Me llegó en un momento donde yo necesitaba retribuir todo lo que tenía.
Yo vengo de una familia muy social. Mi mamá es psicóloga y fue maestra en zonas muy vulnerables, mi abuela cocinaba para todo el barrio, el que no tenía para comer venía a la casa de mi abuela, y mientras daban la merienda a los chicos del barrio los ayudaban con las tareas, lo viví desde chica, yo me crié en eso, siempre fui muy social.
En una época llevábamos comida para los padres de los nenes que estaban internados en el Garrahan, porque de los nenes siempre todos se acuerdan, pero a esos padres también había que fortalecerlos. Les armábamos una mesa comunal para que puedan compartir, contenerse y conocerse. Yo venía siempre con esto, pero desde una ayuda más social, y dije bueno ahora que soy médica puedo aportar esto también. Y me sumé a “¿Me regalas una hora?”. Cuando empezamos atendíamos 6 personas, y el sábado pasado 27 personas. Va aumentando, se corre la voz entre la comunidad misma. Se van sumando otras organizaciones, y, por ejemplo, Laboratorios Rossi dona estudios, entonces podemos hacerles otro seguimiento.
La voluntad de las cosas que vas viendo, que se van generando es muchísimo mayor que la angustia que te genera la realidad que ves. Y cada vez hay más voluntarios. Se va armando la red. Hay esperanza. Hay red de gente que se une para ayudar gente. Yo los sábados trabajo más que en la semana y no lo siento como cansancio, salís con una paz.
Es duro, pero es esperanzador.
¿Si le tuvieras que contar a otro en qué creés que beneficia a los profesionales de la salud estar comprometido con su comunidad de esta forma? Trabajar en estos espacios, ser voluntario...
Mi voluntariado es el más egoísta del mundo, yo no sé cómo se sentirán ellos, pero yo me siento maravillosamente cuando salgo. Yo recibo muchísimo. En el sistema médico hoy tenés 15 minutos por paciente, si estás en un hospital o en un privado tenés a alguien arriba limitando el tiempo, los estudios. En “¿Me regalas una hora?” está la libertad para profundizar y vincularte con el paciente, armar una red de profesionales que dan todo, y todo lo que haces es tan agradecido que te hace querer dar más.
Entre todo esto que te aporta el trabajo comunitario, ¿recordás alguna experiencia que te haya marcado o dejado una huella?
Sí, son muchas y muchas son muy crudas. Desde lo básico, yo atendía una mujer y se escuchaba ruido de chiquitos peleando, y cuando sale una de las voluntarias nota que eran los hijos de la señora, que pensaba que tenía que pasar sola y seguramente tuvo esa prohibición en un hospital, acá no, acá los chicos son bienvenidos. Se contemplan esas cuestiones. Y esto es lo básico, una madre que no tiene con quién dejar a los chicos, ni dónde, porque viven en situación de calle. Que la panza te haga ruido de hambre es una preocupación que en mi infancia no tuve, y a veces das por hecho algunas cosas y de golpe te encontrás con personas que no tienen la misma realidad. Que una madre pueda entrar a atenderse con sus hijos es un gesto súper simple, pero cambia totalmente la posición de la persona. Acá nadie te marca el tiempo, si vos querés estar una hora con un paciente podés estar. Podes hacer la medicina que querés, por eso digo que gano mucho más.
Para cerrar, ¿algo que quieras decirles a otros graduados para que se animen a hacer trabajos comprometidos con su comunidad?
Uno tiene que creer siempre en lo que hace, a veces algunos toman la medicina como una herramienta de trabajo y otros la viven como una vocación. Tenés que amar la medicina y tiene que ser una vocación para ejercerla, es muy dura porque acompañás a la persona en momentos delicados, tristes, caóticos de su vida, y también acompañas al familiar.
Entonces es fuerte, pero es una profesión que te llena de momentos gratificantes y en lo que es el trabajo social lo ves inmediatamente. En ¿Me regalás una hora? tuvimos una chica que sufría de alergias múltiples, se la trató y nos vino a avisar que no se quería atender más con nosotros para dejarle el tiempo a otro porque había conseguido trabajo.
Eso no tiene precio.
En la vorágine del vivir, cuando empezás a hacer algo social te das cuenta que tal vez tus problemas no son tan graves, son solucionables. La medicina es cuerpo y mente, a veces con los tiempos actuales no se termina ejerciendo como debería ser, porque a veces con una charla más profunda con el paciente podés ver muchísimo más de sus dolencias o del origen de las dolencias.
Estar en contacto con la comunidad y ver que no sos el único loco que lo hace te da un sentido de pertenencia, y te hace crecer como profesional. Yo aprendo, aprendo muchísimo.
Para mí es encontrar un sentido de pertenencia, yo creo que todo ser humano para vivir necesita tener un fin. Y a veces es darse cuenta de que tu fin es ayudar, después de la pandemia y el aislamiento que tuvimos esto te reúne, te convoca de nuevo, te reúne con el hacer, con la esperanza, es esperanzador. Humaniza.
Te agradecemos Cecilia por compartir con nosotros tu experiencia, que estamos seguros motivará a que más profesionales se involucren en el trabajo con su comunidad, a conectar con las personas, a lo vincular, a seguir humanizando su quehacer profesional.
Por mi parte agradecerle a la Secretaría de Extensión Universitaria porque yo no conocía todos estos proyectos antes, y bueno, la facultad y la vida me fue llevando al lugar donde tengo que estar.
Y bienvenidos a todos los voluntarios que quieran sumarse. Pueden escribir por las redes sociales de “¿Me regalás una hora?”. Graduados y estudiantes pueden acercarse a Extensión Universitaria de la Fundación Barceló.
Podes consultar para más información sobre las diferentes propuestas de Secretaria de Extensión Universitaria a las siguientes casillas de correo de cada sede:
Sede Buenos Aires: [email protected]
Sede Santo Tomé: [email protected]
Sede La Rioja: [email protected]
Extensión Universitaria
Graduados que dejan huella - Dra. María Cecilia Otero
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